Sabíais que Besan estaba anclado bien profundo en tierras ilerdenses, pero sin duda no esperábais esa frondosidad tan exhuberante en sus paisajes. La carretera que recorreis en autobus está flanqueada por montañas y bosques que parecen abalanzarse sobre el asfalto, escondiendo parcialmente la luz del sol. Las ramas de los árboles más atrevidos arañan las ventanas del vehículo a medida que avanzais por el sinuoso y sombrío camino. De vez en cuando alguna que otra casucha derruida os sorprende, casi tragada completamente al borde de la carretera. Al dirigir vuestra vista al frente del autobus, podéis comprobar que junto a vosotros apenas viaja nadie más. Anunciado por un destartalado cartel que reza "Besan", vegetación y montañas se retiran, dando paso a un fogonazo de luz. Cuando vuestros ojos se acostumbran vislumbrais ante vosotros el pueblo asentado en un valle.
-Mil gracias a El Guardian de los Módulos por esta trepidante aventura. Domo arigato!-
No hay comentarios:
Publicar un comentario