Pero poco a poco fueron irguiéndose amenazadoras en el horizonte, hacia poniente, y pudimos ver varias cumbres desnudas, yermas y negruzcas y captar la curiosa sensación de fantasía que inspiraban vistas a la rojiza luz antártica sobre el sugestivo fondo de unas nubes iridiscentes de polvo de hielo. Todo el espectáculo estaba saturado de la insinuación pertinaz y penetrante de algún asombroso secreto de posible revelación. Era como si aquellas enhiestas torres de pesadilla fuesen pilones que enmascarasen una temible puerta de acceso a prohibidas esferas del ensueño, enigmáticas simas de remotos tiempos y espacios ultradimensionales. No pude eludir la impresión de que eran cumbres malignas -montañas de locura cuyas más lejanas laderas se asomaban a algún detestable abismo final-. Aquella nube al fondo, trémula y medio luminosa, despertaba sugerencias indecibles, más que de un espacio terrestre de un más allá vago y etéreo, y daba aterradoras advertencias de la naturaleza totalmente remota, apartada, desolada y muerta desde hacía muchos eones de ese mundo austral insondable y jamás hollado.
H.P. Lovecraft, En las Montañas de la Locura
-Agradecimientos más allá del espacio-tiempo a Abdul Alhazred y Ángel Contreras por traernos la versión revisada de este magnífico suplemento para nuestro juego de horror cósmico favorito. ¡450 páginazas de aventura antártica, nada más y nada menos! Domo arigato!-
¡Un regalo de reyes adelantado!
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